No hay ningún género musical que escape a la experimentación con la inteligencia artificial. De todas las músicas posibles, el jazz es la más esquiva: la energía de los instrumentos de viento es un reto para las redes neuronales, el virtuosismo del que hacen gala los intérpretes de jazz tampoco es cosa fácil para los algoritmos, sin descontar la naturaleza social e improvisatoria del jazz: las inteligencias artificiales todavía no pueden interpretar los gestos, miradas y otras interacciones con los que los músicos de jazz se ponen de acuerdo para tocar.
Dentro de este contexto se encuentra un proyecto de investigación llamado "Jazz As Social Machine", una iniciativa del Alan Turing Institute liderada por el Dr. Thomas Irvine, donde investigan las interacciones sociales que tienen lugar dentro de la improvisación, así como la memoria histórica del jazz, que cada intérprete lleva consigo y que todavía no es transferible a la red neuronal más compleja.